domingo, 2 de diciembre de 2012

La familia junto al adolescente



La importancia de la familia en la adolescencia:
El niño ha crecido hasta la pubertad protegido dentro de la familia y se enfrenta ahora a situaciones que debe resolver por sí mismo.

Según como haya sido su aprendizaje durante la adolescencia, será su manera de afrontar los nuevos retos que se le presenten.

El niño que ha recibido una educación por parte de sus padres se encontrará inseguro ante los nuevos retos ya que no ha tenido oportunidad de desarrollar su autonomía.

Sin embargo, si el niño ha sido convenientemente estimulado y ha recibido la confianza debida de sus padres dentro de un ambiente de seguridad y protección dispondrá de las herramientas para afrontar con facilidad las nuevas experiencias que se le presenten.

Cuando el desarrollo psíquico del niño ha sido satisfactorio existe muy poco peligro de que se presente una adolescencia difícil.

No obstante lo verdaderamente significativo de la adolescencia es la búsqueda de la propia personalidad, de la manera de expresarse en sociedad, de hallar su propio rol, de sentirse querido y respetado tal y como es.

El adolescente ya no es un niño pero todavía no es un adulto. No deja de ser un proyecto, “un ensayo” de persona adulta, con los consiguientes errores que esto conlleva.

La actitud del adolescente se vuelve más crítica hacia todo el que ejerce algún tipo de autoridad sobre él y busca el apoyo y el consejo de otros adolescentes como él. Se integra en grupos en los cuales comparte sus inquietudes y que tienen una enorme influencia sobre sus decisiones y su manera de entender la vida.

Estos grupos cobrarán mayor importancia conforme la influencia familiar sea menor. De ahí la importancia de reforzar esos lazos familiares tan necesarios.

La influencia de la familia en el desarrollo del adolescente es vital ya que si este se forma dentro de una estructura familiar adecuada esto facilitará sus relaciones con las personas de su edad y su posterior integración dentro de la sociedad adulta donde deberá asumir nuevas responsabilidades.

Normalmente pensamos en el adolescente como una persona inconformista continuamente protestando por todo, por lo que se hace y por lo que no se hace, por lo que dice, por lo que se piensa, por las injusticias, etc… Todo ello es fruto de el afán de perfección a la que aspira en su vida.
El adolescente no admite que las cosas se hagan mal o a medias. Es muy exigente con los demás pero sobre todo lo es consigo mismo.

Piensa que sus padres no toman las decisiones adecuadas para resolver los problemas cotidianos. Piensa que están anticuados y que no hacen las cosas correctamente.

Por eso es muy importante no intentar imponer nuestros criterios de manera rígida, intentar hablar con ellos, dialogar, no perder su confianza…

Intentar imponer nuestros criterios a través del chantaje económico no es tampoco la mejor opción ya que el adolescente interpretará que se está intentando comprar su obediencia y su respeto.

La familia es, por tanto, el núcleo esencial en el que el adolescente debe encontrar por un lado el apoyo, la protección y el cariño necesarios y por otro el respeto hacia sus necesidades de independencia de perfección y de creatividad.

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